
La semana pasada entregaron el Premio Nobel de Literatura y para sorpresa de pocos: nuevamente lo ganó alguien cuya obra es más que discutible, su nombre es poco conocido y sus méritos son más políticos que otra cosa; la afortunada fue Herta Müller.
Esta rumana nacida en 1954, publicó su primer libro "Niederungen" en 1982 y en palabras plagiadas directamente de DPA: “La dictadura y el desarraigo son los temas que la han marcado y que están siempre presentes en su trabajo”.
Si bien los favoritos para el galardón eran Philip Roth y Amos Oz, se esperaba una sorpresa en beneficio de otros que también integraban la lista: el peruano Mario Vargas Llosa y el estadounidense Bob Dylan. Lamentablemente no fue así.
No es la primera vez que factores anexos anteceden a lo estrictamente literario. A Borges nunca le dieron el premio y es sabido que durante décadas Nicanor Parra estuvo totalmente excluido de competir por un lío amoroso con una integrante de la Academia.
El Nobel debería ser para el mejor y eso en Suecia desde hace años que no se cumple. Ganar por compadrazgo es como competir con drogas estimulantes en los JJOO: simplemente robar una medalla, en este caso un Nobel y 1 millón de euros.